«Torcidos» – Reflexión del pastor Juan Carlos Wlasiuk
Cuenta la Biblia en Lucas 13:10-17 que «enseñaba Jesús en una sinagoga en el día de reposo y había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella; y ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios».
«Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo, dijo a la gente: – Seis días hay en que se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en día de reposo-. Entonces el Señor le respondió y dijo: – Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber?. Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?-. Al decir Él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él».
No todos los elementos pesan lo mismo, no tienen el mismo tamaño un kilogramo de hierro que uno de telgopor o poliuretano. Por otro lado siempre me he preguntado cómo puede flotar un barco de doscientas toneladas de peso sin hundirse.
Hay personas que viven obsesionadas por la balanza y su peso, se ponen muy contentas cuando bajan unos gramos y sabemos de las consecuencias nocivas del sobrepeso.
Pero hay un peso que es el más tremendo en cuanto a las consecuencias y es el del pecado. En muchas ocasiones este peso es tan grande que lleva a las personas al suicidio como ocurrió con Judas.
En otras ocasiones este es tan tremendo que tuerce nuestra vida y nos separa de Dios, haciéndonos infelices.
Aquí está la historia de una mujer cargada. Mucho tiempo mirando hacia abajo sin poder mirar hacia arriba, al cielo. Vivía con la mirada puesta en la tierra, en lo suyo, en lo inmediato.
Esta posición tampoco le permitía ver a sus semejantes, no conocía que ocurría a su alrededor como nos suele suceder. El peso de su enfermedad le impedía enderezarse.
Muchas veces el pecado hace lo mismo con nosotros, pues nos mantiene «torcidos» sin poder ver que ocurre a nuestro alrededor. Satanás ata a las personas de tal manera que a pesar de los esfuerzos «naturales» de escapar, no hay manera posible.
Pero como en el caso de la mujer del relato bíblico, Jesús puede enderezar nuestra vida con su poder. Como nadie nunca lo pudo hacer. Y esto hará que fluya de nuestro corazón alabanza verdadera a Dios.
¿Cuánto tiempo hace que andamos así, mirando hacia abajo, achicando el ángulo de nuestra observación?. ¿Sin poder ver a Dios, ni a nuestros semejantes, envueltos en nuestro propio mundo, limitados y atados?
El Señor quiere poner su mano sobre nosotros, enderezarnos para que comencemos a alabarle por el resto de nuestras vidas pues el daño producido por el peso del pecado, es restaurado por Jesús.
Juan Carlos Wlasiuk – Pastor de la Iglesia Bautista Melipal, Bariloche, Argentina.
Usado con permiso.